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Felicidad y bienestar

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Podemos enfermar de placer. Stendhal publicó en su libro Rome, Naples et Florence  su reacción de mareo, taquicardias y sudores que le obligaron irse y dejar de admirar el monumento ante el cual estaba, para recuperarse.

Desde entonces el síndrome de Stendhal es un referente de la reacción física y psíquica que se puede dar ante el placer que produce una superabundancia de belleza.

El placer que identificamos con el “estar bien” necesita ser medido, está reñido con los “demasiados”. Lo relacionamos con un capricho conseguido, contemplar un espléndido paisaje, ver una luna de fuego, la lectura de un buen libro, el reencuentro con un amigo que creíamos perdido, o una buena comida con quienes amamos, contemplar una obra de arte, y tantas otras cosas que a pesar de todo son efímeras, porque en nosotros ese placer dura lo que dura el sentimiento.

La felicidad está en otro orden de las cosas

Dicen los expertos que su búsqueda ha hecho posible el desarrollo de la humanidad. Se busca la felicidad desde tiempos inmemoriales.

Los griegos la enlazaban con la suerte, los romanos con ser afortunado, el “happiness” inglés viene de “hap”, tener suerte. Los franceses la fijan en el “bonheur” de “bon” bueno, los italianos y los españoles enraízan la felicidad en el «felix” latino: afortunado.

La felicidad no puede ser fruto de la suerte, es fruto de la búsqueda, de la conquista y del esfuerzo. Pero la felicidad nace de dentro de sí mismo, de una mente tranquila, ordenada, en paz consigo misma y con los demás. Conforme con nuestro entorno y aceptando las cosas y las personas como son. No siempre la vida es sencilla pero tenemos capacidades infinitas de complicarla más todavía.

Diógenes, un filósofo griego que nació en el 412 a.C. después de ser discípulo de un discípulo del gran Sócrates, fue un seguidor total de sus ideas. No quería ni buscaba nada material y vivía en extrema pobreza en Atenas ´

Narra la leyenda que vivía en una tinaja, sin nada material.

Alejandro Magno quiso conocer al filósofo y lo encontró sentado al sol. Le dijo que él era el gran Alejandro y que gustoso haría por el filósofo cualquier cosa que estuviera en su mano. Diógenes le contestó: “Pues aparta, que me tapas el sol”.

 Sigue diciendo la leyenda que algunos se rieron de él y Alejandro les contestó: “De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes”.

El secreto para descomplicarnos es tener la cabeza fría, amueblada de certezas. Buscar cómo conseguir tener más sabiduría para comprender el grado de importancia que tiene cada conflicto y eso se consigue leyendo o buscando la ayuda y consejo de quien lee. Y aprender de nuestras propias experiencias.

Dijo Carlomagno:”He aprendido más de mi única derrota que de todas mis victorias”

La persona debe construir una manera de vivir bien, con  una personalidad capaz de convivir sin romperse ante las contrariedades, con realismo optimista, que, sin desmerecer la importancia que tengan, aporte recursos para salir airosa de los problemas.

Siguiendo la acepción francesa de la palabra felicidad admitimos que está relacionada con la bondad, con la ética.

Aristóteles fue el primer filósofo que se concentró de manera más sistemática en analizar la felicidad. Estaba convencido de que obrar bien, llevar una vida virtuosa y ética, era condición imprescindible para ser feliz.

Pico della Mirandola, un pensador italiano del siglo XV,  anticipó que la dignidad humana consiste en poder escoger cómo vivir. A diferencia de los animales, que siguen irremediablemente el instinto, los humanos pueden decidir qué hacer con su vida, si obrar bien o mal.

Esa idea queda grabada  en la Declaración de Independencia de Estados Unidos, publicada el 4 de julio de 1776 y que recoge el derecho a buscar la felicidad como un derecho humano. «Todos los hombres son creados iguales; dotados de ciertos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad».

Ante la pregunta: ”¿Es usted feliz? Nadie contesta un sí absoluto, siempre hay un pero porque la felicidad absoluta no se logra en esta vida. Hay que seguir capeando tempestades y con la cabeza y el corazón persiguiendo metas. Eso es vivir. 

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San José

Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María.A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.
Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María.A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida.Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal.
Amén.
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