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Ser feliz sin esfuerzo

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Antoine de Saint-Exupéry habla en su libro de la relación del Principito y su rosa:

– Pero entonces, ¿para qué le sirven las espinas a las flores?

El Principito nunca se daba por vencido. Si hacía una pregunta, la hacía una y otra vez hasta obtener una respuesta.

– ¡No sirven para nada! Son pura maldad de las flores… – contesté entonces muy enfadado.

Entonces noté que el Principito se enojaba, algo realmente extraño en él.

– Eso no es posible- dijo entonces- Tienen que servir para algo. Las flores no son malas, solo son ingenuas, y débiles…

– Deja de hablar ya de las flores, estoy intentando hacer algo serio.

– ¡Hablas como los mayores!- dijo entonces el Principito, y eso me hizo sentir mal- Eres como el Señor Carmesí que conocí un día, que solo hacía sumas y más sumas. Pero no se había parado nunca a oler una flor, ni a contemplar una puesta de sol, ni a observar las estrellas. Y él se creía más serio por hacer sumas. Y no sabía nada. Ni jamás ha querido a nadie. Solo a sus sumas.

 Hace millones de años que las flores fabrican espinas y lo hacen porque se creen más seguras. Como mi flor. Ella es única, ¿y no se merece que me preocupe por ella? 

Para ella, un cordero puede significar el final. Para ella, podrían desaparecer todas las estrellas y puestas de sol para siempre.                ¿Y no es importante mi pregunta? ¿No es seria? Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Se dice: ‘mi flor estará allí, en alguna parte

Hay un amor que nace de un “coup de foudre”, de un fogonazo, de una flecha de Cupido; otra clase de amor empieza con un interrogante, una intuición y va creciendo poco a poco, se va configurando… pero ambos nacen y crecen a través de un conocimiento propio y del otro que les lleva a querer compartir su vida para siempre.

William Shakespeare hizo  una promesa a su esposa:”La vida es muy corta para amarte en una vida, prometo buscarte en la otra”.

En alguna parte leí que no se conoce a una persona hasta que se ha vivido con ella las cuatro estaciones.

Y la vida, incluso la aparentemente monótona, va que vuela y las estaciones se suceden y exclamamos: ¡Ya estamos de nuevo en Navidad!

Pero antes de Navidad viene el otoño, inclemente otoño con sus hojas muertas, sus ríos desbordados, su cansancio supino.

Porque es un cansancio vacío de energía y relleno de ansiedades no siempre basadas en la realidad de problemas objetivos. Es simplemente que nuestro cerebro quiere ser feliz y añora los tiempos idealizados del verano, tan lleno de luz, de sol, de fiesta.

Nuestro cerebro, egocéntrico él, busca ser feliz sin esfuerzo y la vida va por otro lado. Todo se hace cuesta arriba.

¿Qué hacer? Mirar, volver a admirar toda la belleza que tenemos alrededor, volver a pensar, respirar hondo, mirar a los ojos de quien tenemos a nuestro lado y preguntarnos  quién necesita algo de nosotros.

El desánimo no es sinónimo de desamor. Amamos si queremos amar. Amor es también fidelidad sin sentimiento. Aquel primer sentimiento no era amor, era el engaño de Cupido para arrastrarte por el camino de la admiración y de la entrega sin condiciones: Te amo porque existes. Esto sí es amor.

Volver a renacer, hacernos como niños con su capacidad de admiración, con su sencillez.

“Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una  maravilla” (G.K.Chesterton).

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Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María.A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre.
Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida.
Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.
Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María.A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida.Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal.
Amén.
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