Llegar a casa, estar con quien te quiere, y tener en ella un rinconcito propio. Sentirse mirado, y entonces: ¿Qué miras en tu hijo?
En “Alicia en el país de la Maravillas” el Gato de Cheshire, cuando vio a Alicia, se limitó a sonreír. Parecía tener buen carácter, pero también tenía unas uñas muy largas y muchísimos dientes, de modo que sería mejor tratarlo con respeto.
(Alicia) – ¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
(Gato) – Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar.
(Alicia) – No me importa mucho el sitio…
(Gato) – Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes.
Oh, siempre llegarás a alguna parte si caminas lo suficiente.
Alicia quiere ir a casa, quiere llegar un sitio determinado. Eso mismo les pasa a los hijos, ellos también quieren llegar a muchos sitios, quieren ser bomberos, médicos, albañiles…quieren ser. Ante todo y sin saberlo quieren ser algo y alguien.
También tienen sus sueños o ensueños y son felices cuando pueden explicarlos y se sienten comprendidos. . La mirada de los padres sin ser inquisitiva debe ser una pregunta: ¿cómo estás? ¿Eres feliz? ¿Qué necesitas?
A veces si se les ve ensimismados se les pregunta en qué piensan pero rara vez lo saben, quizá sea el momento de contemplarlos y dejarlos con su propia intimidad.
El gato de Cheshire tenía una mirada penetrante que producía cierto miedo. La mirada de los niños suele ser transparente, mirarse en unos ojos tan admirativos y sorpresivos con el mundo que van descubriendo, es como penetrar en un oasis ignorado.
La familia en sí debe ser un oasis de paz donde cada miembro es mirado como único con una mirada que reafirme su identidad. La mirada de los padres es poderosa, pero sobre todo debe ser potenciadora.
Mirar a cada persona de modo diferente porque no hay dos iguales y por ese camino ir viendo qué se puede esperar de cada uno sin pedir peras al olmo, sin engañarse en que son una maravilla y que si no llegan a tener buenas notas es porque son unos perezosos y unos inútiles. Es posible que se tenga que “trabajar” la diligencia, pero también es posible que esa criatura no dé para más. Las inteligencias medias son una maravilla, de hecho son el motor de la sociedad. De qué servirían los grandes inventos, frutos de mentes preclaras, si nadie los realizara quizá en una producción en cadena. La persona es feliz cuando hace lo que le gusta y se siente apoyada por quién sabe que le quiere.
En las primeras etapas de su niñez pueden ser realmente pesados con su “mira qué hago” ininterrumpido.
Poco a poco se irá emancipando y los padres irán conociendo sus capacidades en su personalidad cambiante hasta llegar a la madurez. Irán conociendo a cada hijo a través de sus defectos, sus sonrisas, sus talentos, sus enfados, y les podrán ayudar a distinguir lo que es superficial de lo que es importante siempre capeando el temporal. Con una mirada, con una sonrisa, con cariño. Y, si es posible, con sentido del humor: convertir una tragedia en una comedia es un arte que también requiere aprendizaje por parte de todos.
La personalidad está hecha de claroscuros y no todo lo que se considera oscuro es negativo, todo es según del color del cristal con que se mira. Si un niño sueña con ser jugador de fútbol y su padre sueña que sea cirujano y en cuanto el hijo dice algo de fútbol su padre le clava la mirada, crea una muralla entre los dos muy difícil de derribar desde ya. Entre padres e hijos debe haber empatía, con una relación que facilite el diálogo sin cortapisas.
Aquel que tiene un porqué vivir se puede enfrentar a todos los “cómos”. (Fredrich Nietsche. Filósofo)