“Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante. Lo que embellece al desierto –dijo el principito- es que esconde un pozo en cualquier parte”… (El Principito. Antoine de Saint Exupéry)
¿En nuestra vida alguien nos miró así, como mimándonos, como acariciándonos como diciéndonos: eres único para mí?
Si es así lo recordarás. No será un recuerdo, será un tatuaje en el alma, algo que nos marcó para siempre y nos hizo como somos. Quizá en su momento no nos dimos cuenta de que esa mirada era especial, la tomamos como si nos fuera debida pero cuando nos tocó mirar desde dentro hacia fuera supimos dónde encontrar ese pozo de cariño porque lo teníamos dentro.
Siembra seguridad y confianza en sí mismo sentirse mirado con afecto. Restablece un montón de sentimientos positivos el que la mirada, aunque sea reprobadora no sea negligente ni despreciativa. El niño necesita la seguridad de los mayores aunque no haga las cosas bien. Una mirada le puede decir que algo está mal pero que esto no supone que no se le quiere, que se le rechaza o que se prefiere a otro por encima de él.
Hacer acepción de personas también es posible entre los hijos y es una injusticia que pagan todos.
Cierto día en la calle una madre le decía a su amiga refiriéndose a una niña de unos seis años que jugaba con su pelo rizándose un rizo: “A esta no la queríamos, incluso traté de no tenerla…” No seguí oyendo porque sólo me crucé con ellas por la acera, pero no se me ha olvidado en la vida. ¡Qué dolor!
…Aunque quizá después la conversación girara de modo positivo y cariñoso pero yo no me enteré. Quién sabe.
Se puede decir que una criatura ha sido en cierto modo una sorpresa por no esperada, pero siempre acogida y querida. No se debe mentir a los niños nunca, pero tampoco hay que decir siempre toda la verdad en su rudeza, hay cosas que se pueden callar. De callar no nos arrepentiremos nunca, decía un sabio.
Una mirada puede ser enriquecedora y estimulante o puede hundir en la miseria a corto o largo plazo. Cuando es estimulante es una fuerte ayuda para afrontar los retos del futuro, se empieza por los éxitos o fracasos en los estudios, para seguir con los del trabajo profesional.
Es que la mirada del jefe puede ser taladradora y no deja de ser de un ser humano como los demás. Quizá el jefe tiene un mal día y ese modo de mirar tan negativo y apabullante se deba a que el problema está en él, aunque lo paguen otros.
Los niños no distinguen si su padre pone mala cara porque tiene problemas personales o porque su hijo ha sacado mala nota en un examen, por eso los problemas personales y las malas caras deben dejarse a la puerta de casa, por la parte de fuera.
Entrar sonriendo…
Ese vencimiento personal aumenta la autoestima y se trasmite al resto de la familia, una buena inversión.
Cada componente de una familia es único e irrepetible y capaz de ser amado en una relación de cariño y de amistad que hay que irla trabajando como le decía el zorro al Principito:
“Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…” (El Principito. Antoine de Saint Exupéry).