La sexualidad en el matrimonio, es un regalo maravilloso para los conyuges.
Cuando se cultiva y se evita el descontrol, la sexualidad en el matrimonio, es impedir que se produzca el empobrecimiento de un valor auténtico. Juan Pablo II rechazó que la enseñanza de la Iglesia lleve a una negación del valor del sexo humano, o simplemente lo tolere, por la necesidad misma de la procreación.
La necesidad de la sexualidad en el matrimonio no es objeto de menosprecio y no se trata en modo alguno de poner en cuestión esa necesidad.
San Juan Pablo II decía que el ser humano está llamado a la plena y madura espontaneidad de las relaciones, que es el fruto gradual del discernimiento de los impulsos propios del corazón. Es algo que se conquista, ya que todo ser humano, debe aprender con perseverancia y coherencia lo que es el significado del cuerpo.
La sexualidad en el matrimonio no es un recurso para gratificar o entretener, ya que es un lenguaje interpersonal donde el otro es tomado en serio, con su sagrado e inviolable valor. Así, el corazón humano se hace partícipe, por decirlo así, de otra espontaneidad.
En este contexto, el erotismo aparece como manifestación específicamente humana de la sexualidad. En él se puede encontrar, el significado esponsalicio del cuerpo y la auténtica dignidad del don.
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